En un caso con ecos inequívocos de Ferguson y Nueva York, grupos de manifestantes se han reunido todos los días durante la semana pasada frente a la alcaldía de Pasco, Washington, para exigir respuestas a la muerte a tiros de Antonio Zambrano Montes a manos de la policía. Las autoridades dijeron que el inmigrante mexicano de 35 años arrojaba piedras a los agentes.
La muerte de Zambrano Montes el 10 de febrero —captada en video por el teléfono celular de un testigo— fue la cuarta por parte de policías en Pasco en menos de un año. Ha suscitado reclamos de una investigación federal y ha conmocionado a esta ciudad agrícola de 68.000 habitantes donde más de la mitad de los residentes son hispanos pero pocos integran las fuerzas policiales o la estructura de poder.
Tanto los manifestantes como la policía dicen que quieren evitar la violencia y resentimientos como ocurrió en Ferguson, Missouri, el año pasado cuando un policía mató a un joven negro.
"Seguiremos en calma hasta que nos den algún motivo como para no estarlo", afirmó el manifestante Héctor Alamillo, residente en Pasco. "No estamos en Ferguson. No incendiaremos nada".
Pero Alamillo dijo que los hispanos están "muy desconfiados ahora" y se preguntan por qué los policías no sometieron a Zambrano Montes en lugar de utilizar fuerza letal.
En el video se ve al mexicano correr por una calle muy transitada, perseguido por tres policías. Cuando aquel se detiene y se da vuelta, se oyen disparos y cae muerto.
Aunque el incidente es investigado por una fuerza de tareas regional —y observado por el FBI_, la policía dijo que Zambrano Montes había golpeado a dos agentes a pedradas y que se negó a soltar otras rocas. Las autoridades señalaron que una pistola de aturdimiento no logró reducirlo.
El caso ha centrado la atención en la composición étnica de Pasco, una ciudad de clase trabajadora, centro de cultivo de manzanas, uvas y papas a unos 350 kilómetros (220 millas) de Seattle que ha duplicado su población desde el 2000.
La ciudad es más de 55% hispana. Muchos miembros de la comunidad han venido aquí desde México para trabajar en los cultivos y en las plantas procesadoras de alimentos. A partir de los años 60 y 70, muchos de esos trabajadores migrantes se asentaron aquí. El modesto centro de la ciudad está lleno de comercios mexicanos como restaurantes, panaderías y tiendas de ropa, y la alcaldía se habla en inglés y español.
La policía de 71 agentes uniformados tiene solo 15 hispanos, y solo uno de los siete concejales municipales es hispano.
Otrora foco de violencia vinculada a pandillas y drogas, el delito ha bajado en la ciudad en los últimos 20 años, en gran medida debido a que la comunidad hispana colaboró con la policía para deshacerse de los delincuentes, dijo el capitán de policía Ken Roske. Pero reina la preocupación de que esa cooperación se vea dificultada si la investigación absuelve a los policías.
"Reclamamos más entrenamiento para nuestros policías", dijo Lorian Reavely, que participaba en la protesta. "Basta de violencia policial. ¡Solo era una piedra!".