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Frustraciones vuelven a sacar a la calle a los colombianos

Los colombianos descontentos con la respuesta del presidente, Iván Duque, a casi una semana de movilizaciones volverán a salir a la calle el miércoles para protestar por una serie de cuestiones que van desde la reforma fiscal a la cuota para la pesca de tiburones en la mayor ola de agitación en el país en décadas.

Las movilizaciones que sacuden a diario la nación sudamericana muestran una variedad inusualmente amplia de quejas, aunque con un lema similar: La oposición a un gobierno que muchos creen que sólo vela por los más privilegiados.

“Nos sentimos totalmente desprotegidos de todo”, dijo Lucy Rosales, una pensionista de 60 años que caminaba por el centro de Bogotá el martes. “No sentimos que tenemos un vocero que nos represente. Son muchas las cosas que dejaron acumular”.

La nueva marcha se realiza un día después de que el intento de Duque de frenar el malestar reuniéndose con un grupo que coordina las protestas saliese mal. Miembros del Comité Nacional del Paro se negaron a formar parte del diálogo convocado por el presidente con todos los sectores sociales, creando nuevas dudas acerca del tiempo que podrían prolongarse las costosas movilizaciones.

“El gobierno no ha sabido aprender de las experiencias chilena y ecuatoriana”, señaló Jorge Restrepo, un profesor de economía, refiriéndose a las recientes manifestaciones masivas en ambos países. “Ha cometido muchos errores”.

El comité coordinador presentó el martes a Duque un pliego de 13 peticiones por el retiro o reformulación de las reformas fiscal, laboral y de pensiones. Además, los líderes de los sindicatos de trabajadores y estudiantes quieren que se revisen los acuerdos de libre comercio, que se elimine una unidad de la policía antimotines acusada de la muerte de un estudiante de 18 años y la implementación total del histórico acuerdo de paz con los rebeldes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Los organizadores también rechazaron el llamado de Duque de sumarse a la “conversación nacional” que continuaría hasta marzo _ una iniciativa similar al “gran debate nacional” que inició el presidente francés Emmanuel Macron para invitar a los ciudadanos a participar en la planificación de reformas tras meses de protestas en el país.

“Es una mesa de monólogo del gobierno y sus aliados”, dijo Diógenes Orjuela, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores, una de las principales fuerzas organizadoras del Comité Nacional del Paro.

Varios manifestantes se mostraron de acuerdo con la decisión del Comité Nacional del Paro de no participar en el diálogo de Duque.

“Colombia está tan acostumbrada a que le digan mentiras”, manifestó Ana María Moya, una estudiante que participa en las protestas. “Uno aprende a no confiar en palabras”.

Sigue sin estar claro hasta qué punto el Comité Nacional del Paro representa a los manifestantes en unas protestas que se han convertido en una muestra del malestar ciudadano. Una invitación a concentrarse en un parque o una cacerolada se vuelve rápidamente viral en WhatsApp y pronto cientos de personas llenan vecindarios con el ruido estridente del metal y cánticos como “¡Fuera, Duque!”.

“Ya estamos cansados”, agregó Moya. “Y estamos diciendo ‘Ya no más’”.

Varios líderes han intentado capitalizar el momento, pero ninguno ha emergido como la voz inequívoca de los inconformes.

“Hay una contienda por la propiedad de los manifestantes”, apuntó Restrepo. “Veo que los estudiantes salen a las calles porque necesitan más movilidad social, mayores niveles de ingresos, más oportunidades al menos de trabajo. Pero los que dicen que representan a esos estudiantes en las calles son los sindicatos”.

Se considera que Colombia necesita una reforma laboral y del sistema de pensiones. En la actualidad, pocos retirados tienen acceso a las pensiones, y los que tienen menores ingresos tienen menores probabilidades de recibirla. Las leyes laborales dificultan la contratación de nuevos empleados. Aunque la economía crece a un saludable 3,3%, el paro subió a casi el 11%, su peor dato desde 2010, añadió Restrepo.

“Yo calificaría las demandas del Comité Nacional del Paro de altamente conservadoras, regresivas y contrarreformistas”, agregó.

Orjuela, un exmaestro que participó en la última gran huelga de Colombia en 1977, dijo que los organizadores de la protesta estarían dispuestos a apoyar la reforma al sistema de pensiones siempre y cuando involucre al estado y no un sistema operado por privados.

Incluso mientras analizan los detalles, el mensaje del comité ha calado ampliamente, aprovechando la larga lista de frustraciones de los colombianos.

Aproximadamente 250.000 colombianos marcharon la tarde del jueves en una de las manifestaciones más grandes del país en décadas recientes. Desde entonces, las protestas han sido más pequeñas, pero miles siguen participando cada día.

Para algunos se trata de asuntos generales como la no implementación de los acuerdos, la corrupción endémica y la persistente desigualdad. Sin embargo, otros se manifiestan por cuestiones más mundanas como el precio relativamente alto del transporte público, que además es lento y está masificado.

Una imagen habitual en las movilizaciones es la de grandes tiburones de plástico, que al menos un participante parece levantar siempre por encima de la multitud, criticando la decisión del gobierno de habilitar cuotas para su pesca.

“Es como si todos los grupos se alimentasen unos de otros”, dijo Gimena Sánchez-Garzoli, una activista de derechos humanos en la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos.

Pocos esperaban que una mezcla tan variada de motivos pudiese derivar en protestas largas, pero muchos creen ahora que podrían continuar por algún tiempo, generando un costo tanto económico como humano. Hasta ahora, cuatro personas han muerto, cientos más resultaron heridas y se perdieron millones de dólares por el cierre de negocios durante las protestas.

La paciencia de algunos colombianos está empezando a agotarse.

Julio Contreras, un repartidor que fue atacado con gases lacrimógenos cuando intentaba entregar 20 kilos (44 libras) de pollo a restaurantes, expresó el deseo de que finalicen las protestas.

“No nos dejan trabajar. Estos estudiantes deberían estar en las universidades y no afectarnos”, señaló.