El doctor Julio Rodríguez camina preocupado por la sala de cuidados intensivos de un hospital limeño sin camas libres, como ocurre en el resto de Perú , que sufre un rebrote del nuevo coronavirus.
Si hace un mes había cinco pacientes esperando ingresar a los cuidados intensivos de la clínica “Alberto Sabogal”, ahora hay 20 que buscan entrar a esas salas donde la lucha entre la vida y la muerte se libra a cada instante.
“Lastimosamente no contamos con la capacidad para atenderlos”, dijo Rodríguez vestido con un traje que le cubre desde la cabeza a los pies, además de un doble par de guantes y máscaras.
La escasez de camas sumada a que un paciente de COVID-19 demora hasta un mes para salir de una sala de cuidados intensivos han generado que decenas esperen que un enfermo se recupere o muera para poder ingresar. Las redes sociales son ahora un espacio para rogar por una cama.
Mientras los contagiados suben a unos 1.500 por día, las camas de cuidados intensivos de los hospitales de Perú han colapsado. Regiones enteras del norte, centro y sur se quedaron sin espacio en sus salas. En la capital sólo quedan seis camas de cuidados intensivos, dijo la Defensoría del Pueblo.
Décadas de descuido sanitario han dejado a Perú como uno de los países con menor número de camas de cuidados intensivos en Sudamérica. El país entero tiene 1.656 camas, menos que las más de 1.800 disponibles en la capital de un país vecino como Colombia, según datos oficiales.
Perú suma más de 38.200 muertos y más de un millón de contagiados desde que la pandemia llegó al país hace casi un año, a mediados de marzo.
Los sonidos de los monitores que miden la saturación de oxígeno y otros signos vitales de los 30 pacientes del hospital “Alberto Sabogal” son la atmósfera sonora que acompañan a diario a los médicos, enfermeras y técnicos sanitarios.
Rodríguez revisaba a sus enfermos, todos sedados. Los enfermeros anotaban los datos de los signos vitales en una tablilla que luego ingresaban a una computadora. Algunos pacientes incluso son parte de una misma familia, como una madre y su hijo que se infectaron en el matrimonio del joven.
Las protestas de miles en noviembre contra la actitud del Congreso local que generó un caos político en Perú con tres presidentes en una semana y las fiestas del fin de 2020 impulsaron el número de infecciones, afirman los expertos, y los efectos se observan en las salas donde trabaja Rodríguez.
Los cuidados de los enfermos, todos intubados por la tráquea, son extremos. Les tienen que extraer secreciones cada cierto tiempo, evitar que la fiebre aumente y que el virus complique otros órganos del cuerpo. También los cambian de posición para ayudar a que sus pulmones se recuperen.
El trabajo de médicos como Rodríguez, enfermeros y técnicos es sacrificado. Además del riesgo de contagio se suma el estrés y las horas sin dormir porque la labor en un hospital no para. “Y los pacientes siguen aumentando y no se detienen”, dijo Rodríguez.
FUENTE: AP