BINESH ( AFP ) En las zonas que escapan al control del régimen de Bashar Al Asad, los sirios "liberados" se organizan poco a poco mediante consejos revolucionarios o tribales y jefes militares y políticos para defenderse y paliar la falta de alimentos básicos.
La localidad de Binesh, a 10 km al este de la gran ciudad de Idleb (noroeste), está "libre" desde hace nueve meses y, como en todas partes en Siria, la población (45.000 personas) sufre de escasez de alimentos, agua, electricidad, gasolina y medicamentos.
Desde hace 16 meses, las protestas contra el régimen se han militarizado a medida que se incrementaba la represión sangrienta, devastando al país y la economía.
Sin embargo, "no hay hambruna, nos ayudamos", dice un militante no combatiente que dijo llamarse Abu Obeid, de 43 años.
Para dirigir la ciudad, los hombres -las mujeres no desempeñan generalmente un papel público importante- eligieron a "un consejo revolucionario de unos cien miembros", explicó Wasim, de 25 años, un antiguo estudiante que publica un bimensual sobre la actualidad local.
Ciudades medias se han dotado de estructuras similares, constató un equipo de la AFP que viajó durante una semana por las provincias de Alepo (norte), Idleb (noroeste) y Hama (centro). En general, el "consejo revolucionario" está encabezado por un jefe político y un mando militar.
En una calle de Karnaz (22.000 habitantes), cerca de Hama (centro), el jefe militar Taysir Chaaban y su homólogo civil Abderrazak Al Hamdu se consultan los problemas cotidianos.
"Puse guardias por todas partes, para evitar una nueva masacre como Treimsa", pequeña ciudad vecina donde un ataque gubernamental causó, según una ONG, más de 150 víctimas el 12 de julio, anunció Chaban a su colega.
"Cuando hicimos retroceder al régimen, tomamos el relevo. Y todo transcurre más o menos bien", dice Al Hamdu, un médico cuyo rostro refleja un cansancio acumulado. "Pero faltan medicamentos, dinero ¿Cómo atender a nuestros heridos?".
Las fuerzas gubernamentales controlan generalmente los hospitales, para evitar que los insurgentes heridos sean atendidos o para detenerlos si se arriesgan a acudir a ellos.
Por eso los opositores van a hospitales improvisados en casas anónimas que carecen del equipo necesario.
Racionan el pan
El pan escasea. Se tomaron medidas drásticas: "cada familia tiene derecho a una ración calculada en función del número de sus miembros", dice un hombre que afirma llamarse "Abu Naser".
Lo mismo ocurre con el agua corriente: "se almacena en viejas cisternas, porque el régimen la corta a veces durante varios días. Y hay que hervirla siempre", lamenta Abu Naser.
En cuanto a la electricidad, la corriente se va y regresa al cabo de tres horas, según los habitantes.
En el Jabal Chachabu, los pueblos sunitas de las pequeñas montañas áridas que dominan Hama, se creó un "consejo revolucionario" que solo se ocupa de la acción militar.
La parte civil corre a cargo de un consejo tribal. "Hay representantes de las grandes tribus sunitas: Bani Jaled, Wisat, Naim, Mawali, Smati...", según un jeque que pidió el anonimato por su seguridad.
La discusión entre los participantes sigue hasta horas avanzadas de la noche, mientras fuman cigarrillos y beben té.