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Curdos muertos en Siria son enterrados en Turquía

Cientos de seguidores coreaban cánticos mientras acompañaban a tres combatientes curdos - dos hombres y una mujer apenas en la veintena - al lugar de su descanso eterno en un polvoriento cementerio en el límite de la ciudad turca de Suruca, con vistas a la frontera con Siria y a la ciudad sitiada de Kobani. Pero hubo una notable ausencia: sus familias.

El ataúd cubierto con una bandera que llevaba el cuerpo de Hanim Dabaan, de 20 años, fue cargado el jueves por mujeres que no la conocía pero querían mostrar su apoyo a los fallecidos en la lucha contra el grupo extremista Estado Islámico. El treintañero Idris Ahmad y Mohammed Mustafa, de 25, también transportados por voluntarios, fueron puestos a su lado.

Los tres combatientes de las Unidades de Protección del Pueblo, o YPG, fallecieron en enfrentamientos en Kobani, que ha estado bajo el asedio de los extremistas del grupo Estados Islámico (EI) desde mediados de septiembre y defendida por combatientes curdos. EI sigue rodeando la localidad y tiene en su poder partes de ella a pesar de la resistencia curda y de los repetidos ataques aéreos de la coalición liderada por Estados Unidos.

En el caos de la guerra de Siria, donde una multitud de grupos lucha entre sí además contra las fuerzas del presidente Bashar Assad, cientos de miles de personas se han visto obligadas a huir y no siempre es fácil localizar a las familias de los muertos en combate. Solo Turquía ha visto como unos 1,6 millones de refugiados cruzaron la frontera en los cuatro años de conflicto, según funcionarios de Naciones Unidas.

"Nuestra casa en Kobani ha sido derribada y vivimos en tiendas de campaña (...) Al menos podemos apoyar a nuestros mártires y acompañarlos a sus tumbas", dijo Fatma Muslim, una de las docenas de mujeres que acudieron a la morgue del hospital de Suruc para la procesión funeraria hasta un cementerio cercano.

Fueron voluntarios -y no miembros de la familia, como manda la tradición islámica - quienes lavaron y amortajaron los cuerpos de los combatientes en preparación para el entierro.

"No había nadie para lavarlos", dijo Akeed Hamad, de 21 años, que llegó a la morgue con un amigo y se ofreció a ayudar. "Solo había un medico que pudiese lavarlos, el resto eran voluntarios".

No estuvo claro de inmediato dónde estaban las familias de Dabaan, Ahmad y Mustafa — ni si sabían que sus seres queridos estaban muertos. En un momento, el rumor de que los padres de la mujer estaban en camino recorrió la multitud, pero nunca llegaron.

Pero en el cementerio de Suruc, en una zona reservada a los curdos sirios asesinados en la frontera, no son los únicos enterrados sin sus familiares.

De las 30 tumbas que hay por el momento, solo en cinco se conocía a sus familiares, dijo Wahida Kushta, una de las voluntarias que ayudó a preparar el cuerpo de Dabaan para el entierro.

"Lo hice para ayudar. Apoyémoslos aunque sea ahora al final".

FUENTE: AP

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