Galvanizada por una subida vertiginosa en los sondeos, la derecha populista alemana del AfD concluyó el domingo su primer programa en tres años de existencia adoptando una posición marcadamente anti-islam y con la ambición de "conquistar la mayoría".
"El islam no forma parte de Alemania" y los minaretes, las llamadas del almuecín y el velo integral "deben ser prohibidos", decidieron los 2.400 participantes del congreso de Alternativa para Alemania (AfD), celebrado este fin de semana en Stuttgart (suroeste).
La asistencia, mayoritariamente masculina y de edad madura, abucheó a los pocos oradores de discurso más moderado, que llamaban por ejemplo a "detener el islamismo pero buscando el diálogo con el islam".
"El islam en sí mismo es político", aseguró un interviniente, mientras otro aludía a "la sharia, los atentados suicidas y los matrimonios forzados".
Como se esperaba, las cuestiones identitarias y religiosas dominaron los debates, mientras el ala más liberal del partido abogaba por proteger la "cultura occidental cristiana" frente al islam como elemento extranjero, según el discurso de su principal representante, Jörg Meuthen.
La AfD, estimulada por el reciente éxito de la ultraderecha austriaca en la primera vuelta de las elecciones presidenciales y por la victoria de la extrema derecha francesa en los últimos comicios regionales, pone su mirada ahora en las elecciones legislativas de 2017 en Alemania, tras haber logrado entrar en la mitad de los parlamentos regionales.
"En verano (boreal) de 2015, nos daban por muertos", recordó la copresidente del partido, Frauke Petry, el sábado en la apertura del encuentro: la AfD ha pasado del 3% al 13% de opiniones favorables, según una encuesta publicada el domingo por el diario Bild, lo que la coloca como tercera fuerza política del país.
Para "conquistar la mayoría", como promete su portavoz, el partido debe precisar su "contraproyecto", hasta ahora abstracto y en evolución permanente: su línea euroescéptica inicial se convirtió en una posición antimigración en el momento de mayor aflujo de demandantes de asilo en Alemania y posteriormente en islamófoba, tras el cierre de las fronteras.
El fin de semana, la AfD recordó su hostilidad a la moneda única, asegurando que quería terminar con "la experiencia del euro", mediante un referéndum sobre el mantenimiento de Alemania en la unión monetaria.
El anfitrión del encuentro, Jörg Meuthen, definió el sábado su formación como una mezcla de "conservadurismo moderno", "liberalismo consecuente" y "patriotismo sano, compartido por todos los ciudadanos de buena voluntad".
Meuthen instó a dar la espalda "a la Alemania de 1968 infectada por la izquierda roja y verde" y a valorar "los aspectos positivos de la historia alemana, fundadores de su identidad", lamentando que la memoria oficial se "reduzca" al pasado nazi.
Aunque el AfD reúne valores como la promoción de la democracia directa, el escepticismo sobre el cambio climático o una visión conservadora de la sociedad, el partido está dividido en otros temas de importancia.
Hasta qué punto hay que acercarse a la extrema derecha alemana es una cuestión sensible que divide en el seno del partido y que fue excluida de ser votada el sábado. Sobre el acercamiento al Frente Nacional francés, no hubo decisión, pero uno de sus eurodiputados, Marcus Pretzell anunció que se unirá al grupo europarlamentario liderado por el FN.
La deriva derechista del AfD suscita una fuerte hostilidad en ciertos sectores alemanes, como pudo verse este fin de semana, cuando se produjeron grandes manifestaciones de protesta por el congreso y se vivieron altercados con militantes antifascistas, de los que 500 fueron detenidos varias horas. Por la noche, un sitio web de tendencia izquierdista publicó los datos personales de los participantes en el congreso.