Donald Trump seleccionó al nuevo jefe del FBI: Christopher Wray, un abogado criminalista relativamente desconocido, que defendió a un aliado del mandatario en un escándalo político y trabajó bajo las órdenes del director despedido, James Comey.
Si es confirmado por el Senado, Wray asumirá como nuevo jefe de la agencia de inteligencia por un período de 10 años, luego de que Comey fuera abruptamente despedido por el presidente hace un mes en medio de una investigación sobre intervención rusa en las pasadas elecciones.
Su primer desafío será garantizar la independencia del FBI y a sus más de 30.000 empleados; y luego, convencer a la opinión pública de que esta institución centenaria enfrentará a la Casa Blanca si fuera necesario.
Al anunciar su elección el miércoles, Trump definió al exfiscal federal como "un hombre de credenciales impecables".
"Espero servir al pueblo estadounidense con integridad como líder de lo que sé es un extraordinario grupo de hombres y mujeres que han dedicado su carrera a proteger a este país", dijo Wray al ser nominado, en un comunicado de la presidencia.
La elección de Wray, hoy un abogado criminalista establecido en Washington DC, fue una sorpresa: no figuraba por ejemplo en la lista inicial de candidatos, entre los que destacaban varios pesos pesados del Partido Republicano. Es un 'outsider'.
Desde un punto de vista político, Wray es una opción poco polémica, sobre todo porque evita sugerir que Trump busca ejercer control sobre el FBI, en medio de la bomba que generó el despido de Comey y las alegaciones de que trató de interferir la investigación sobre Rusia.
Aunque de cualquier forma, Wray tendría ahora poco poder sobre este proceso, puesto que pasó a las manos de un fiscal independiente -el exdirector del FBI, Robert Mueller- tras el despido de Comey.
Matthew Miller, exportavoz del Departamento de Justicia (DoJ), lo describió como "probablemente la mejor opción de la lista reducida de la Casa Blanca".
Trabajó entre 2003 y 2005, durante el gobierno de George W. Bush, como adjunto al fiscal general (el ministro de Justicia en EEUU) en la división criminal del DoJ, que operaba de cerca con el FBI.
"Su paso por la administración Bush debe ser escrutada, pero es una elección seria, respetable", escribió Miller en Twitter.
Durante su paso por Justicia, trabajó directamente bajo las órdenes de Comey y se comenta que le dio gran apoyo durante un momento clave en 2004.
Comey en ese tiempo ejercía como Fiscal general interino debido a la enfermedad de su jefe John Ashcroft.
Y mientras Ashcroft estaba en cama, Comey era presionado por el consejero presidencial Alberto Gonzales para reactivar un polémico programa de escuchas sin órdenes judiciales.
El exdirector del FBI, que estaba en contra de extenderlo, en un momento ofreció su renuncia en protesta. Wray tuvo que expresarle entonces su lealtad.
En el DoJ, Wray sirvió en una comisión durante el mandato del expresidente George W. Bush para investigar grandes escándalos corporativos, como el de la gigante de energía Enron.
Ejerció también un papel clave en coordinar la respuesta de la agencia luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Después de dejar el servicio público, Wray se especializó en casos criminales de cuello blanco como socio de la firma King & Spalding, que también tiene oficinas en Atlanta (Georgia, sureste).
Su cliente más notable es un aliado de Trump, el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, acusado en un escándalo en 2013 por el cierre de un puente clave con el objetivo de perjudicar a los rivales políticos del líder regional.
Nacido en Nueva York en 1967, Wray siguió la tradición familiar, siendo egresado de la escuela de leyes de Yale.
FUENTE: AFP