Horas antes de su ceremonia de investidura, el presidente electo Joe Biden hizo una pausa el martes en lo que podría haber sido su entrada triunfal a Washington, para conmemorar las vidas de estadounidenses que se han perdido por la pandemia de coronavirus .
Su llegada a la capital del país coincidió con la terrible noticia de que la cifra de muertes a causa del COVID-19 en Estados Unidos había superado las 400.000, lo que representa la peor crisis de salud pública en el país en más de un siglo, una crisis que ahora Biden tendrá que poner bajo control.
“Para sanar debemos recordar”, declaró el presidente electo en una ceremonia realizada al atardecer en el monumento a Lincoln. Cuatrocientas luces que representaban a las víctimas de la pandemia se encendieron alrededor del estanque que forma parte del monumento.
“Entre el atardecer y el anochecer, hagamos brillar las luces en la oscuridad… y recordemos a todos los que hemos perdido”, dijo Biden.
El solemne momento en la víspera de la investidura de Biden, que generalmente es un momento de celebración en Washington, es muestra de la gran pérdida que ha sufrido la nación.
Durante sus breves comentarios, Biden se colocó frente a la enorme estatua de Abraham Lincoln, el presidente que ocupó el cargo durante la Guerra Civil, cuando más de 600.000 estadounidenses murieron. Y luego de darse la vuelta para alejarse al final de la vigilia, enfrentó el muro de granito negro que enlistaba a los más de 58.000 estadounidenses que perdieron la vida en la guerra de Vietnam.
Biden estuvo acompañado por la vicepresidenta electa Kamala Harris, quien habló sobre la angustia colectiva de la nación, una amonestación no tan sutil para el presidente saliente Donald Trump, quien ha hablado escasamente de la pandemia en los últimos meses.
“Durante muchos meses hemos estado solos con nuestra aflicción”, dijo Harris, quien hará historia como la primera mujer en ocupar la vicepresidencia cuando preste juramento. “Esta noche, estamos de luto y empezamos a sanar juntos”.
Además de la pandemia, otros problemas aguardan a Biden cuando tome las riendas en la Casa Blanca. La nación también está sufriendo estragos económicos a causa de un creciente desempleo, además de una profunda división política y una preocupación inmediata sobre la posibilidad de más violencia luego de la insurrección ocurrida el 6 de enero en el Capitolio federal.
Biden, cliente frecuente del sistema ferroviario Amtrak y quien tomó el tren miles de veces desde su casa en Delaware y Washington durante sus décadas en el Senado, planeaba inicialmente tomar un tren a Washington antes del día de la investidura, pero abandonó la idea luego del asalto al Capitolio.
En lugar de eso, voló a una base militar situada en las afueras de la capital y de ahí se transportó en auto a Washington, donde unos 25.000 miembros de la Guardia Nacional custodian el Capitolio, la Casa Blanca y el complejo de monumentos National Mall, con un laberinto de barricadas y vallas.
“Son tiempos oscuros”, les dijo Biden a decenas de partidarios en una emotiva despedida en Delaware antes de partir hacia la capital. “Pero siempre existe la luz”.
Biden, quien hizo campaña como un político calmado que podía impulsar avances, planea emitir una serie de órdenes ejecutivas desde el primer día, las cuales abordarán cuestiones como el Acuerdo Climático de París, la restricción a viajes desde varios países predominantemente musulmanes y los límites a desahucios implementados durante la pandemia.
Trump no asistirá a la investidura de Biden, el primer presidente saliente en ausentarse de la ceremonia en más de siglo y medio.
La Casa Blanca difundió un mensaje de despedida de Trump en video mientras Biden aterrizaba en la Base Andrews. Trump, quien ha afirmado falsa y repetidamente que hubo fraude electoral, le deseó “lo mejor” al gobierno entrante, pero no mencionó a Biden por nombre en el discurso de casi 20 minutos de duración.
También pasó parte de sus últimos momentos en la Casa Blanca consultando con asesores sobre indultos y clemencias de última hora.
Trump planea partir de Washington el miércoles por la mañana en una fastuosa ceremonia en una base aérea, algo que él mismo planeó.
En su despedida de Delaware realizada en el National Guard/Reserve Center, que lleva el nombre de su difunto hijo Beau Biden, el presidente electo rindió tributo a su estado natal.
“Siempre seré un hijo orgulloso del estado de Delaware”, manifestó Biden, quien apenas contuvo las lágrimas durante su breve discurso.
El lunes, los organizadores de la ceremonia de investidura terminaron de instalar unas 200.000 banderitas estadounidenses, estatales y territoriales en el complejo de monumentos National Mall en representación de las personas que no pueden acudir a la ceremonia, pues ésta estará restringida por las intensas medidas de seguridad y contra el coronavirus.
Es además un recordatorio de lo que enfrenta el presidente electo en su tarea de liderar a la nación en medio de una pandemia, mientras las infecciones y muertes siguen en ascenso.
Desde el arranque de su gobierno, Biden y su equipo quieren actuar rápidamente para acelerar la distribución de las vacunas a la población y aprobar un paquete de ayuda por el COVID-19 de 1,9 billones de dólares, que incluye pagos rápidos a muchas personas y un aumento al salario mínimo federal a 15 dólares por hora.
Biden planea además anunciar una iniciativa de ley de inmigración el primer día de su gobierno, con la que buscará proporcionar una vía para la naturalización para aproximadamente 11 millones de personas que viven en Estados Unidos sin estatus legal. Eso sería un cambio radical respecto a las severas políticas migratorias del gobierno de Trump.
Algunos legisladores republicanos ya se han opuesto al plan de inmigración de Biden.
“Hay muchos temas en los que creo que podemos colaborar con el presidente electo Biden, pero una amnistía general para la gente que está aquí ilegalmente no va a ser uno de ellos”, dijo el senador Marco Rubio, quien a menudo es un protagonista en las batallas sobre temas migratorios en el Senado.
Muchas de las ambiciones legislativas de Biden pudieran verse atemperadas por la dura realidad que enfrenta en el Capitolio, donde los demócratas tienen mayorías estrechas en las dos cámaras. Sus esperanzas de impulsar una avalancha de leyes en sus primeros 100 días también podrían verse obstaculizadas por un segundo juicio político a Trump.
Mientras Biden emprendía su viaje a Washington, cinco de sus nominados al gabinete comparecían en audiencias de confirmación ante comisiones del Senado. Sus nominados: Janet Yellen, como secretaria del Tesoro; Lloyd Austin, de Defensa; Alejandro Mayorkas, de Seguridad Nacional; Antony Blinken, de Estado; y Avril Haines, como directora de Inteligencia Nacional, respondían a preguntas de los legisladores.
Yellen pidió a los legisladores en su audiencia respaldar el paquete financiero de Biden por la pandemia, y argumentó que “lo más sabio que podemos hacer es actuar con determinación”.
Colaboradores de Biden dijeron que éste usará su discurso de investidura del miércoles —que será pronunciado ante un grupo inusualmente pequeño de personas y que se prevé duré entre 20 y 30 minutos— para llamar a la unidad de los estadounidenses y ofrecer un mensaje optimista de que sus compatriotas pueden superar el oscuro momento trabajando juntos.
Con ese objetivo, extendió invitaciones a los cuatro líderes republicanos y demócratas del Congreso para que asistan con él a una misa en la Catedral de St. Matthew antes de la ceremonia de juramentación.