Madrid, España ( EFE ). Una nariz grande no garantiza oler más y, de hecho, un consorcio investigador en Madrid ha diseñado un novedoso artefacto para olfatear, que cabe en la palma de la mano, y detecta los estadios iniciales de enfermedades como el Alzheimer, además de incendios, sustancias tóxicas, productos caducados y otros olores.
Hacía tiempo que los científicos trabajaban en el proyecto de una nariz artificial, pero hasta ahora, sólo se habían conseguido sensores de olores de precio muy elevados y excesivamente grandes, del tamaño incluso de congeladores.
Esta nariz artificial, que es " la más pequeña del mundo ", según sus desarrolladores, surge de estudios realizados por el Grupo de Neurocomputación Biológica (GNB) de la Universidad Autónoma de Madrid, integrado dentro del consorcio OLFACTOSENSE perteneciente a la red de excelencia de la Comunidad de Madrid.
Sus aplicaciones en el ámbito de la medición de olores se están trasladando ya a proyectos con empresas de sectores como el petroquímico, aguas, sanidad, defensa, farmacia, y alimentación, entre otros.
Algunos de los usos que se está dando ya a esta nariz artificial tienen fines sanitarios, como un proyecto en marcha de evaluación de los niveles de olor percibidos por los enfermos de Alzheimer, dado que la anosmia o ausencia del sentido del olfato es uno de los síntomas de esta enfermedad.
La conexión por cable a un computador al que llegan los datos permite al médico descubrir el grado de capacidad olfativa del enfermo, una cualidad que hasta ahora, sólo se podía detectar por resonancia magnética, aunque sin conocerse los niveles exactos de olor percibidos por el enfermo, y que ahora sí se pueden medir.
La prevención de incendios en los bosques es otra de las aplicaciones en las que se está trabajando con este artefacto de medición de olores, con la idea de dispersar por amplias zonas boscosas varios de estos dispositivos, de modo que se pueda detectar el fuego en sus primeros estadios de propagación.
Otro de los proyectos se refiere al ámbito de la Defensa, con la incorporación del dispositivo en los uniformes de los militares en zonas de conflicto, de modo que al detectarse algún gas tóxico, las señales transmitidas por el artefacto perceptor de olores pasarían de una nariz artificial a otra, y asimismo, a un computador central a donde llegarían los datos avisando de las áreas en peligro o para detectar drogas, explosivos, sustancias nocivas o búsqueda de supervivientes en catástrofes.