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¿Empleo de hombres? Hispanas lustran zapatos en NY

Lustrar los zapatos de corredores de bolsa en Manhattan ha sido tradicionalmente una profesión de hombres. Sin embargo hispanas inmigrantes con ganas de trabajar están cambiando el panorama al adoptar el trabajo y ejercerlo 11 horas al día.

Las mujeres se han acostumbrado a que turistas les tomen fotografías, sorprendidos al verlas en uniforme con trapos y cepillos, encerando con rapidez los zapatos de los neoyorquinos.

De pie y a veces ligeramente encorvadas, sacan polvo, pulen y dan brillo al calzado de hombres y mujeres que se sientan en sillas elevadas y leen el diario o su celular durante los cinco o diez minutos que dura la limpieza, que cuesta cuatro dólares. Los clientes les entregan después propinas de dos o tres dólares.

"Las mujeres podemos hacer de todo. Sí somos fuertes las mujeres", declara María Zúñiga, una ecuatoriana de 44 años que lleva los últimos nueve trabajando para Cobbler & Shine en la estación de trenes Grand Central Terminal de Nueva York.

"Lo importante es no ensuciar la media y sacarle brillo al zapato sin estropear el color", dice Isabel, otra ecuatoriana de 28 años que prefirió no dar su apellido y que lleva tres años y medio en Leather Spa, un puesto de limpieza y arreglo de zapatos en la misma estación.

Tanto Zúñiga como Isabel ven a unos 20 o 25 clientes al día, aseguran.

Las lustradoras de botas o "boleadoras", como se las conoce entre la comunidad mexicana, dicen que en sus países de origen no es normal que las mujeres abrillanten calzado. El trabajo lo realizan allí hombres o niños, aseguran.

Aun así están dispuestas a romper convenciones y a adaptarse a su nueva realidad en Estados Unidos, aceptando empleos distintos a hacer manicuras o cuidar de bebés o niños.

"Nunca pensamos hacer cosas así en nuestro país, pero aquí se presenta una oportunidad y la agarras", opina Isabel.

Una portavoz del Departamento de Asuntos para el Consumidor dijo a Associated Press que la ciudad no solicita licencias a este tipo de negocios de modo que no cuantifica cuántos hay o cuántas mujeres trabajan en ellos.

Mitchell Lebovic, administrador del Instituto de Servicios de Calzado de América, dijo que cada vez más mujeres adoptan la profesión.

"Tampoco me extraña que sean inmigrantes. Este es un negocio que tradicionalmente ha atraído a la comunidad inmigrante", indicó.

En la estación de trenes Penn Station seis hispanas trabajan en Soleman, un puesto donde se lustra calzado, y aseguran que aprendieron el oficio de familiares o amigos que las introdujeron a la profesión.

"Me pareció un poco raro al principio pero luego una se acostumbra", dijo una mexicana que prefirió no dar su nombre.

Las hispanas empezaron a hacer el trabajo hace más de una década, aseguran, aunque a menudo comparten su espacio con hombres. "Las brasileñas empezaron. Y luego vinimos nosotras", dijo Marta Sarmiento, de 47 años.

Eddie Pineda, un mexicano que maneja Leather Spa, dijo que prefiere emplear a mujeres que a hombres.

"Ellas son más limpias", opinó el manager, que emplea a tres mujeres. "Tienen sus toallitas todas organizadas. Los hombres lo dejan todo botado por ahí".

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