A Angie Martínez las monjas la quieren convencer de que puede ser presidenta. Mientras llega ese día, esta adolescente negra y pobre lidia con los peligros de la periferia por la que tanto ha clamado el papa antes de su visita a Cartagena.
El sol del Caribe se bate sobre San Francisco, el barrio homónimo del pontífice argentino de 80 años. Angie y la veintena de niñas negras, en impecables camisetas rosadas, entonan para cantarle a Francisco el domingo próximo.
Será una visita muy corta, de menos de una hora, dentro de los cinco días que estará Francisco en Colombia, adonde llega con un mensaje de reconciliación tras haber apoyado el acuerdo de paz que derivó en el desarme y transformación en partido político de la que fuera la mayor guerrilla del continente.
El ruido de los aviones silencia por momentos el ensayo de las niñas cantoras en el patio de la parroquia. Angie vive cerca del caño que separa a San Francisco del aeropuerto internacional Rafael Núñez.
"Es peligroso porque a veces los bandidos se ponen en la esquina y como eso está oscuro se ponen a pelear", cuenta Martínez.
En algunos sectores no hay alumbrado público ni alcantarillado. Basura y desechos humanos pasan por el canal.
San Francisco está en Cartagena pero muy lejos del glamur que distingue a la joya turística y colonial de Colombia, el país más desigual del continente, después de Honduras, según el Banco Mundial.
Hace 50 años San Francisco comenzó siendo una invasión. El barrio de 8.000 habitantes, en su mayoría negros, lleva el nombre del santo pobre de los católicos en el que también se inspiró el argentino Jorge Mario Bergolio cuando asumió como jefe de la Iglesia de Roma.
Cuenta Angie, siempre sonriente, que creció sin sus padres. Su mamá se fue a trabajar al departamento petrolero de Yopal, a más de 1.000 km de distancia de Cartagena. Cuando en agosto cumplió 15 años recibió de regalo su visita.
"Tenía 12 años que no la veía. Mi papá no sabe si yo cumplí", afirma sin lamento.
Como muchos en San Francisco, vive en una casa de dos habitaciones y piso de tierra que comparte con una tía y cinco primos. La familia alquila el lugar por 60.000 pesos (20 dólares).
Unos 294.000 cartageneros viven en la pobreza y más de 55.000 en la calle, casi un tercio del millón de sus habitantes, según cifras de la organización privada Cartagena Cómo Vamos.
A escala nacional la pobreza afecta al 18% de los 48 millones de colombianos.
Como otras ciudades de pasado esclavista, Cartagena "se construyó con unos altísimos niveles de exclusión" y "un desprecio infinito hacia la población pobre", explica el historiador y académico Javier Ortiz, asesor del ministerio de Cultura en temas étnicos.
En San Francisco, la Iglesia católica ofrece ayuda a niñas entre 9 y 17 años, sin padre como Angie, para que regresen a la escuela. La deserción escolar es alta, dice a la AFP el padre Elkin Acevedo.
El programa Talitha Qum quiere evitar que sean víctimas de la droga y la explotación sexual, convenciéndolas de soñar en grande.
"Les insistimos mucho en que pueden llegar a ser las presidentas de nuestro país, ocupar grandes cargos; que las mujeres y sobre todo la mujer negra no tiene por qué seguir siendo excluida", se entusiasma la madre Blanca Nubia López, directora de Talitha Qum.
En Colombia todavía ninguna mujer ha sido elegida presidenta y los negros (un 20% de la población según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe) han sufrido con especial rigor el conflicto armado, la pobreza y la desigualdad.
Antes de Cartagena, el primer pontífice jesuita pasará por Bogotá, Villavicencio y Medellín, lugares donde hablará de paz, reconciliación, vocación sacerdotal, dignidad y derechos humanos, respectivamente, según los organizadores.
El jefe de los católicos ha dirigido su mensaje pastoral a las "periferias del mundo". Su sola presencia retumbará en Talitha Qum (en arameo niña, levántate), luego rezará el Ángelus en el templo de San Pedro Claver, en honor a un misionero español que alivió el sufrimiento de los esclavos africanos en el siglo XVII.
Al elegir Cartagena de Indias, San Francisco y la iglesia de San Pedro Claver, el papa "está mandando un mensaje sumamente fuerte sobre el propósito de su visita", remarca el académico Ortiz, al evocar los históricos lazos entre los jesuitas y la población negra.
San Francisco no es la barriada más pobre del puerto. Al menos aquí hay una parroquia donde Angie puede cantar, estudiar y recibir un vaso de leche y un dulce de guayaba bajo la sombra de un árbol de mango.
FUENTE: AFP