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En Burundi, protegido del coronavirus por "la gracia de Dios", la vida continúa

En Burundi, preservado hasta ahora ante el avance mundial del nuevo coronavirus por "la gracia de Dios", la detección de los tres primeros casos de infección la semana pasada no ha cambiado en nada la vida diaria y sus dirigentes confían en que el "poder de Dios" siga manifestándose.

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Hace algunos días, el general Evariste Ndayishimiye, secretario general del partido en el poder y candidato en las elecciones presidenciales del próximo 20 de mayo que por ahora se mantienen, exclamó: "No tengan miedo. Dios ama a Burundi y si hay personas contagiadas, es porque Dios manifiesta su poder en Burundi".

"Aunque ha habido tres casos aquí (...), y me han dicho que no son graves, sepan que el coronavirus está provocando una hecatombe en otros lugares".

Gracias a esta "protección divina", el gobierno ha decidido que no se necesitan por ahora medidas que obstaculicen "el buen funcionamiento de la vida normal de los ciudadanos".

Por las tardes, los burundeses siguen tomando su cerveza y sus brochetas de carne asada en sus bares preferidos. Y se siguen celebrando lujosas bodas.

Miles de fieles abarrotan las iglesias y mezquitas del país, y los mercados siguen abiertos. Por su parte, el partido CNDD-FDD y su principal adversario, el CNL de Agathon Rwasa, rivalizan cada día para saber quién organizará el mayor mitin político.

Burundi es uno de los pocos países que permite que sus campeonatos de fútbol de primera y segunda división continúen. Las únicas medidas son el control de temperatura a los espectadores y ordenar que se laven las manos.

El optimismo del gobierno, sin embargo, no es compartido por todos, en un momento en que numerosos países de la región han impuesto severas restricciones para frenar la epidemia.

"Todo el mundo tiene miedo de que despertemos con una explosión de casos en el país, incluso si nosotros, los burundeses, somos 'los preferidos de Dios'", resume un habitante de Buyumbura, poco convencido por el discurso oficial.

Algunos bancos imponen reglas de distanciamiento social, y muchos restaurantes, bares y tiendas disponen de elementos para lavarse las manos.

El gobierno, en cierta medida, sí actúa: a lo largo del día la radio y la televisión repiten mensajes recordando los gestos barrera, y el aeropuerto internacional Melchior-Ndadaye de Bujumbura cerró hace tres semanas.

Igualmente se ordenó el cierre de su frontera con Ruanda y con la República Democrática del Congo (RDC). Solo se permite el paso de vehículos pesados con Tanzania.

Las personas que llegaron al país antes del cierre de las fronteras fueron confinadas. El miércoles, el gobierno anunció que 675 personas estaban en cuarentena en todo el territorio.

"Tenemos pruebas que muestran que estos lugares de confinamiento están sobrepoblados y (son) insalubres, lo que aumenta el riesgo de propagación incontrolada del virus", indicó a la AFP Lewis Mudge, responsable de África Central para la organización de defensa de los derechos humanos Human Rigths Watch (HRW).

Miembros de la sociedad civil, diplomáticos y funcionarios de la ONU comparten su preocupación sobre la capacidad de las autoridades para gestionar una epidemia.

Hasta ahora, Burundi hizo pruebas a unas 50 personas con síntomas de la COVID-19 o que estuvieron en contacto con enfermos confirmados, según las cifras del ministerio de Salud.

"Todas las decisiones tomadas para gestionar la COVID-19 son decisiones políticas y no médicas, con (en la línea de mira) la organización de elecciones generales del 20 de mayo de 2020, cueste lo que cueste", considera un diplomático que no quiere revelar su identidad.

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