Al acercarse su cumpleaños 21, Sara decidió dejar la casa que comparte con su madre para hacer su primer viaje en avión. No le dijo a su familia la verdadera razón por la que había solicitado un préstamo de 5.000 reales brasileños (940 dólares).
Dos días después, y a cientos de kilómetros de distancia, otra mujer de 25 años preparó su mochila en su departamento de un dormitorio en Sao Paulo y se dirigió al aeropuerto con su novio.
Ambas mujeres viajaban a Buenos Aires, la capital argentina, en busca de algo que les está prohibido en Brasil: un aborto .
“Tener un hijo que no deseo y sin condiciones para criarlo, y ser obligada, sería una tortura”, le dijo Sara a The Associated Press en el aeropuerto de Sao Paulo mientras se preparaba para dormir en un banco cerca del mostrador de registro la noche previa a su vuelo de conexión.
“Lo que me ha ayudado desde que descubrí que estaba embarazada es que tengo una oportunidad. Todavía tengo una alternativa. Eso me hace sentir más segura”, dijo la mujer, que vive en una ciudad del interior de Brasil y quien pidió que sólo se usara su primer nombre debido al estigma asociado con el aborto en su país.
Ambas mujeres son parte de una tendencia entre algunas brasileñas con pocos recursos económicos que buscan abortar en otras partes del continente para esquivar riesgos y obstáculos legales en Brasil, el país más poblado de Latinoamérica. Ni siquiera necesitaron pasaportes para ingresar a Argentina, un país vecino del Mercosur.
Sus viajes se realizaron apenas dos semanas antes de la histórica legalización del aborto en Argentina, que el 30 de diciembre se convirtió en el país latinoamericano más grande en hacerlo. Su aprobación subraya no sólo cómo la política social progresista de Argentina difiere de la conservadora de Brasil, sino también la probabilidad de que más mujeres brasileñas busquen abortar en la nación vecina.
“Con los cambios en la legislación en Latinoamérica, las mujeres no necesitan ir a los Estados Unidos, no necesitan una visa para abortar”, dijo Debora Diniz, una investigadora de estudios latinoamericanos de la Universidad Brown, quien ha estudiado el aborto en la región.
“Mas mujeres de clase media y trabajadora conectadas a grupos feministas tienen ahora acceso a algo que ha sido básicamente la historia de las mujeres ricas durante mucho tiempo”, añadió.
Sara dijo que no podía arriesgarse a la posibilidad de comprar píldoras abortivas falsas o a someterse a un procedimiento clandestino en Brasil. Temía una lesión, la muerte o un aborto fallido que resultara en complicaciones. Además, ser atrapada podía significar ir a prisión.
Un protocolo del Ministerio de Salud argentino otorgaba un margen legal para el aborto que Sara se practicó el 14 de diciembre, si ella firmaba una declaración en la que citara el “riesgo para la salud” que representaba su embarazo. Ese protocolo se basa en la definición de salud de la Organización Mundial de la Salud: “La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.
Sin embargo, a pesar de ese lineamiento, ha habido algunos médicos que de todos modos se rehusaban a practicar abortos, según la doctora Viviana Mazur, quien lidera el grupo de salud sexual de la Federación Argentina de Medicina General.
“La aplicación del protocolo y la comprensión de las causales es discrecional", dijo la doctora. En cambio, añadió, “la ley le da autonomia y dignidad a las mujeres... Yo suelo decir: ’para que no haya que pedir ni por favor ni permiso ni perdón'”. La nueva norma permite el aborto hasta la semana 14 del embarazo.
Antes de la votación de la semana pasada, los grupos feministas de Argentina habían presionado durante mucho tiempo para que se legalizara el aborto en el país natal del papa Francisco y encontraron una causa común con el presidente Alberto Fernández, quien ganó en 2019 y meses después presentó el proyecto de ley.
Las activistas se manifestaron frente al Congreso durante semanas. La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien presidió el debate final en una legislatura donde más del 40% de los legisladores son mujeres, anunció la noticia a una multitud de varios miles de personas que estallaron en vítores y abrazos con lágrimas.
No ha habido ningún eco en el Congreso de Brasil, donde alrededor del 15% de los legisladores son mujeres.
La ley brasileña ha permanecido virtualmente sin cambios desde 1940, permitiendo el aborto sólo en casos de violación y riesgo para la vida de la mujer. Un fallo de la Corte Suprema de 2012 también permitió el aborto cuando el feto tiene anencefalia. Desde que el presidente Jair Bolsonaro asumió el cargo en enero de 2019, los legisladores han presentado al menos 30 proyectos de ley que buscan endurecer las leyes, según la organización Mujeres en el Congreso.
Respaldado por conservadores y evangélicos, Bolsonaro ha dicho que si el Congreso legalizara el aborto, él lo vetaría. Después de la aprobación del proyecto de ley en Argentina, el mandatario brasileño dijo en Twitter que eso dejaría a los niños “sujetos a ser arrancados de los vientres de sus madres con el consentimiento del Estado”.
Bolsonaro nombró como su ministra de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos a la pastora evangélica Damares Alves, quien ha dicho que se opone al aborto incluso en casos de violación. El año pasado, después de que una niña fue violada por su tío y los manifestantes religiosos asediaron el hospital donde se realizó su aborto en agosto, Alves dijo que el feto debió haber nacido por cesárea.
“Trabajamos para brindar un nivel creciente de atención y protección para nuestras mujeres embarazadas en situaciones vulnerables”, dijo Alves en una respuesta escrita a preguntas de la AP. “Nadie querría dejar el Brasil que construimos, mucho menos para matar a sus hijos”.
Diniz, la investigadora de la Universidad Brown, realizó una encuesta en Brasil que encontró que una de cada cinco mujeres que respondieron tuvo un aborto antes de los 40 años. La encuesta a 2.002 mujeres brasileñas encontró tasas más altas de aborto entre quienes tenían menos educación e ingresos.
En 2018, un funcionario del Ministerio de Salud dijo que el gobierno estimó alrededor de un millón de abortos inducidos anualmente, con procedimientos inseguros que causaron más de 250.000 hospitalizaciones y 200 muertes.
“El aborto es una experiencia común en la vida de una mujer. Pero al mismo tiempo, es un tema político delicado, y hecho así por hombres en el poder”, dijo Diniz.
La mujer de Sao Paulo que viajó a Argentina para un aborto el mes pasado creció en uno de los barrios marginales o favelas de Río de Janeiro, donde con frecuencia vio cómo embarazos no planeados descarrilaron la vida de las mujeres y las cargaron con responsabilidades que hicieron más difícil que tuvieran carreras o movilidad social.
“Es difícil salir de esa realidad”, dijo.
Ella pudo dejar la favela después de conseguir un trabajo seguro y estudiar una carrera en el campo de la medicina. Al hacerlo, se convirtió en “el orgullo de mis padres”, dijo la mujer, quien pidió que no se usara su nombre porque temía consecuencias profesionales y porque el aborto es ilegal en Brasil.
Criada en una familia evangélica devota, la mujer dijo que abortar en Brasil significaba entrar en conflicto tanto con su dios como con la ley nacional. De los dos, creía que Dios podría perdonarla, así que miró al extranjero.
De esa forma, “nadie podría acusarme de cometer un delito”, dijo.
Ambas mujeres pidieron ayuda a la organización brasileña sin fines de lucro Millas Para la Vida de las Mujeres, fundada por la guionista Juliana Reis y Rebeca Mendes, quien se convirtió en pionera en 2017 cuando anunció públicamente que viajaría fuera de Brasil para practicarse un aborto. El grupo ayudó a la primera mujer que viajó al extranjero en noviembre de 2019, y otras 59 habían seguido hasta finales de 2020. El total incluye a 16 mujeres que viajaron a Argentina en noviembre y diciembre.
El grupo recauda alrededor de 4.000 reales (780 dólares) mensuales de financiamiento colectivo y paga los costos de viaje de aproximadamente una quinta parte de las mujeres, dijo Reis. Los esfuerzos se centran en brindar apoyo moral y ayudar a las mujeres a moverse en países desconocidos y conectarse con clínicas en el extranjero.
El grupo ha recibido unas 1.500 solicitudes de asistencia, tanto dentro de Brasil como del extranjero. Algunas preguntaron por Uruguay sin saber que su ley aplica sólo a los residentes, dijo Reis. Los otros lugares donde el aborto es legal en Latinoamérica son Cuba, Guyana, Guayana Francesa, y un par de ciudades de México, incluida la capital.
Ahora que Argentina aprobó la legalización, el grupo espera brindar a más mujeres brasileñas una opción poco costosa, segura y legal en la puerta de su casa. Reis dijo que el grupo tiene a 13 mujeres que viajan a Argentina en enero, y espera que viajar hacia allá sea más común, particularmente desde el sur de Brasil.
“Nuestras operaciones han alcanzado un nivel intenso porque muchas personas creen que ya no es tolerable seguir escondiendo esto en el armario y encontrando cómo darle la vuelta”, dijo Reis. “Para mí, este es el principio de un cambio”.
Después de su aborto, Sara dijo en Buenos Aires que se sintió aliviada e incluso contempló compartir la experiencia con su familia.
“Conozco a mujeres que tuvieron la necesidad de realizarse abortos clandestinos”, dijo. “En Brasil —y en todas partes— hay mujeres que necesitan este apoyo”.