Michael Olenick tenía 19 años y llevaba una vida secreta. Se liberaba en un bar escondido, con ventanas con cortinas negras y uno de los pocos salones donde los hombres bailaban con otros hombres. Hasta que un día se encendieron las luces e irrumpió la policía al Stonewall Inn.
Olenick recuerda su arresto, y también recuerda lo que pasó afuera: gente gritando, sirenas, objetos volando de un lado a otro. Los gays eran agredidos en las calles con tanta frecuencia que se preguntó si se trataba de otro de esos episodios.
Nunca se le ocurrió que lo que escuchó en la madrugada del 28 de junio de 1969 seguiría siendo recordado 50 años después. Fue el inicio de una rebelión que ayudó a crear el movimiento moderno de defensa de los derechos de la población LGBTQ, dejando un legado político, en la forma en que se maneja la policía y en la vida personal de mucha gente.
“Estaba parado aquí, sin saber lo que sucedía. Fue horrendo”, recuerda Olenick, quien fue uno de varios clientes del bar a los que la policía dejaría ir. “Y lo que vino después fue pura dicha. Le dejamos saber al país, al mundo, ‘oigan, aquí estamos. Háganse a la idea’“.
En una época en la que la homosexualidad era considerara un trastorno mental y expresar cariño a otra persona del mismo sexo podía ser visto como algo ilegal, cientos de hombres gays, lesbianas y transgéneros se negaron a bajar la cabeza cuando la policía allanó el bar. Enfrentaron a los agentes, tirándoles monedas, botellas, insultos y otras cosas.
Algunos se resistieron a ser arrestados y forcejearon con los agentes, que se refugiaron adentro del bar hasta que llegó la policía antimotines. Las protestas y las detenciones se prolongaron por varios días.
Ya había habido otras protestas de gays en Estados Unidos. Pero la de Stonewall fue distinta, marcó un antes y un después, desató un movimiento organizado que cambió el tono y la estridencia del activismo LGBTQ.
“Sabía que merecía los mismos derechos que los demás, pero hizo falta todo eso para que me diese cuenta de que podíamos dar pelea”, dice Mark Segal, quien había completado la secundaria pocas semanas antes cuando fue a Stonewall esa noche y salió de allí militante de la causa gay. Hoy publica la revista Gay News de Filadelfia.
“¿Quién se hubiera imaginado que una salida de noche iba a terminar siendo historia”.
“LAS COSAS CAMBIARON MUCHO DESDE QUE ERA POLICÍA”
El agente Charles Broughton había participado en allanamientos antes. Eran frecuentes en los bares gays de Nueva York, que a menudo no tenían licencia y eran manejados por personajes del bajo mundo.
De la forma en que lo recuerda Broughton, el objetivo eran personas que vendían tragos ilegalmente, no los compradores. Varios empleados del bar fueron arrestados.
Numerosos relatos de la época dicen que la policía tenía en la mira a hombres que lucían indumentarias que no eran apropiadas para su género y que algunos fueron detenidos. Pero Broughton asegura que él no tuvo nada que ver con eso y que no juzgaba el estilo de vida de los presentes.
No pensó que podía verse acorralado por una multitud enfurecida, rogando por no ser herido por los objetos que entraban por la ventana.
Fue empujado y pateado por tres personas, de acuerdo con un informe de arrestos. Broughton dice que no recuerda nada. En total fueron detenidas seis personas y al menos cuatro agentes (Broughton no figuró entre ellos) fueron atendidos por lesiones, según informes policiales conseguidos por el historiador Jonathan Ned Katz y por otros. Los informes no hablan de lesionados entre los manifestantes.
El Departamento de Policía de Nueva York ofreció disculpas por el allanamiento este mes.
"Las medidas del departamento de policía de Nueva York estuvieron erradas, así de simple”, dijo el jefe de la policía neoyorquina James O’Neill.
“QUERÍAMOS UN CAMBIO EN LA SOCIEDAD”
Al día siguiente, las ventanas tapadas de Stonewall tenían carteles que decían “Apoye el Poder Gay”.
“Nunca había visto la expresión ‘gay’ como parte de una consigna política”, dice Dale Mitchell. “Y mucho menos asociada con la palabra ‘poder’”.
Mitchell, quien tenía 20 años, fue conmocionado por la rebelión y por la multitud que se congregó al día siguiente. Inició un activismo que continúa hoy y fue el gran mariscal del desfile del orgullo gay de Boston este mes.
Karla Jay sintió que era imperioso movilizarse cuando se acercó al bar la noche después de la redada. Un mes más tarde fue una de cientos de personas que marcharon hasta Stonewall en un acto que marcó el nacimiento del Frente de Liberación Gay.
El Frente fue más radical que otros grupos gays que existían por entonces y realizaban protestas más recatadas.
A sus miembros “no les importaban esos gestos simpáticos”, dice Jay, quien con el tiempo sería la primera mujer presidenta del Frente. “Queríamos cambiar la sociedad”.
El Frente tuvo una vida corta y fue seguido por otras organizaciones que presionaron por leyes antidiscriminatorias y por que se dejase de considerar la homosexualidad como un trastorno mental.
Para Paul Glass, el impacto de Stonewall fue más personal: A las pocas semanas le informó a su familia que era gay.
“Me sentí liberado”, cuenta Glass.
EL CAMINO SINUOSO HACIA UN CAMBIO
El Stonewall Inn es hoy parte del primer monumento nacional a la historia LGBT. Ha sufrido varias transformaciones, pero sigue siendo un bar y un grito de batalla para los activistas gays que navegan las aguas turbulentas que conducen a los cambios políticos y sociales.
Las diferencias en torno al movimiento persisten y son visibles en la bandera del orgullo gay que se instaló este mes en el Capitolio estatal de Wisconsin. Mientras que algunos la vieron como un llamado a la inclusión, para otros es una provocación.
“Es algo que genera divisiones”, afirmó el representante republicano Scott Allen.
FUENTE: AP