El común de las personas reprime sus sueños pensando, aún sin intentarlo, que es imposible hacerlos realidad. En días recientes estuvo en Panamá un hombre cuyo espíritu libre y aventurero le ha llevado a recorrer el mundo y a vivir las situaciones más extremas, de las cuales aprendió valiosas lecciones. Se trata de Jaime Viñals , un guatemalteco que en el año 2001 se convirtió en el primer centroamericano en subir el Everest, y aunque no es su único logro, fue su mayor sueño por muchos años, sólo al tercer intento lo logró.
Viñals nos contó que todo empezó en 1987 “por pura curiosidad”, cuando de forma muy empírica él y un grupo de amigos se aventuraron a subir el volcán Tajumulco, la cima más alta de Centroamérica y el Caribe, con 4,220 mts de altura.
Si bien esta primera experiencia no sería el mayor reto de su vida, la exigencia física, las incomodidades de la experiencia y el frío, y posteriormente la gratificación del deber cumplido, fueron sentimientos que lo impactaron hasta el punto en el que decidió que sin descuidar su carrera de Biólogo “iba a estar subiendo montañas”, su principal objetivo sería el Monte Everest.
Una oportunidad de viajar a Suiza, surgió. Allí le enseñarían todo lo que debía saber sobre alpinismo.
Lo que tanto esperaba En uno de sus regresos a Guatemala, le llegó finalmente una invitación para subir el Monte Everest. “A mi criterio me llegó muy pronto porque no creía yo tener todavía la experiencia para semejante proyecto”, asegura Viñals.
La invitación hecha a Viñals llegó nada más y nada menos que de un reconocido alpinista, Russel Brice, quien ofreció pagar a cada uno de los miembros del grupo (en total eran 10) los B/.100,000.00 (por persona) que costaba esta expedición. Tal oferta era única y Viñals no dudó en aceptar.
Humildad y trabajo en equipo “Cuando llegamos nos creíamos lo mejor que existía, transpirábamos arrogancia, nos creíamos muy buenos y eso pasa con la ignorancia… desafortunadamente el precio que pagamos por esa ignorancia fue muy grande, porque ese exceso de confianza nos llevó a cometer muchos errores, y de los diez que íbamos, murieron cuatro”. Aún cuando se trataba de un grupo de personas que nunca antes en su vida se habían visto, la pérdida de varios miembros (por hipotermia, edema cerebral y avalanchas), les hizo darse cuenta, de la peor forma, que después de todo no sabían tanto como creían. Finalmente, no lo lograron.
Fue en este momento cuando aprendió que “en grupos como éstos, de muchos egos juntos, no se hacen amigos, se hacen compañeros de escalada, pero uno es consciente de que mi vida puede depender del otro”.
La experiencia lo llevó a replantearse lo que estaba haciendo. “Comencé a cuestionarme si valía la pena o no, porque uno ve morir gente". Nunca darse por vencido Al terminar la expedición, Viñals regresó a Katmandú, donde se mantuvo trabajando cerca de los Himalayas. En secreto, añoraba regresar al Everest, que a diario le retaba, pues todos los días lo veía.
Un día encontró un libro que hablaba sobre el reto de las Siete Cumbres, que consistía en escalar las montañas más altas del mundo, y entre éstas se encontraba el Everest. “Allí me dije, si yo tengo la oportunidad de escalar una a una las otras montañas, puedo aprender y tener más experiencia, y en esas casualidades de la famosa ley de la atracción, pueda ser que venga la oportunidad de nuevamente subir el Everest”.
Una vez tomó la decisión de asumir el reto de las Siete Cumbres, se dedicó a buscar financiamiento mediante patrocinadores, para sus expediciones. A medida que iba avanzando con el plan de las Siete Cumbres, su nombre comenzó a “sonar” en los medios guatemaltecos, esto le ayudó mucho a conseguir más patrocinio.
Nuevas oportunidades, golpes al ego y pruebas de honestidad En 1999 volvió a surgir una oportunidad para subir el Everest, y un nuevo error le costó el éxito de la expedición.
“Cometí nuevamente un error, el exceso de confianza, porque ese año tuve el mayor número de patrocinadores, había conseguido dinero de sobra, contaba con una enorme logística y además de eso, iría a escalar el Everest por la ruta normal, que es la cara sur”, recuerda.
Sumado a lo anterior, el grupo que acompañaría a Viñals, en esta ocasión estaría conformado por cinco expertos montañistas. “Voy con los mejores del mundo, por la ruta normal, tengo todo este apoyo, esto es pan comido”, pensó para sí mismo, “ese error de confianza hizo que yo provocara un accidente”.
Cuenta Viñals que en el ascenso, en vez de concentrarse en cada paso “iba pensando en la fiesta que iba a hacer cuando bajara de esa cumbre”. No habían llegado siquiera a los 7 mil metros, cuando hizo caer a uno de sus compañeros a una enorme grieta, “por pasar inapropiadamente”. A la par, los otros dos compañeros que estaban atados a la misma cuerda, fueron arrastrados. “Si no hubiera sido por sus rápidos reflejos, estaríamos muertos los tres”.
Tras cuatro horas de rescate, el grupo regresó a tierra. “Yo me sentía muy responsable de que debido a mi desconcentración provoqué el fracaso de la expedición”. Sin embargo, uno del grupo lo volvió a intentar, logrando llegar a la cima del Everest, salvando así el éxito de la expedición.
Luego del susto, a Viñals regresó a Guatemala, pero aún debía enfrentar un reto mayor que el físico, un reto moral, le tocaba sustentar ante su gran patrocinador, por qué había fracasado el proyecto.
“Al principio estaba tentado a hacer lo que a veces hacemos, que es evadir responsabilidad y decir que es culpa del clima o de la grieta, se tiende a echarle la culpa a algo más, pero luego recapacité y apliqué lo que mi mamá me había enseñado de pequeño, y es ser responsable de mis acciones”. Ante una mesa con miembros de la junta directiva de una importante empresa avícola, Viñals se sinceró y asumió su responsabilidad, aún a sabiendas que esto le podía costar perder a tan importante patrocinador.
Uno de los ejecutivos se paró y le dijo: Jaime, quiero que sepas algo, ¿ves estos papeles? Esto es un fax que recibí de una persona en Nepal, que yo contraté. Le pedí que investigara qué pasó con tu expedición, que entrevistara a tus compañeros y autoridades y me dijera exactamente por qué no llegaron a la cumbre, ¿y sabes? Lo que dice aquí es exactamente lo mismo que nos acabas de decir, quiero agradecerte por tu sinceridad, y no sólo eso, quiero saber cuándo te recuperas de estas lesiones y cuándo vas a seguir con el reto de las Siete Cumbres, aquí hay cien mil dólares más.
“Ese día aprendí que en la vida hay que ser honesto, y que cuando uno es responsable de sus actos, gana algo mucho mejor que el dinero, y es credibilidad”. Nuevamente, antes de volver a intentar subir el Everest, se dedicó a recorrer el mundo.
La tercera es la vencida
La invitación que tanto esperaba llegó en el año 2001 de la mano de Russel Brice. La experiencia fue totalmente distinta a las anteriores. “La razón fue que el equipo que él integró era un grupo de personas humildes, conscientes del trabajo en equipo y muy claros de lo que había que hacer”. Fue el 23 de mayo de ese año, cuando Viñals finalmente hizo su sueño realidad, llegó a la cima del Everest, convirtiéndose en el número 11 en el mundo, en terminar el reto de las Siete Cumbres, y la persona número 1,100 en subir el Everest.